LOS CUENTOS DEL DIABLO - I
¡Hola-hola!, ¿cómo estás? Soy tu amigo El Diablo ¿Cómo te va, viejo zorro? ¡Cuánto tiempo..! No por favor, no me aburras con esa cantinela. No digas que no me conoces, ni que no quieres saber nada de mí. Sabes de sobra que no es así. Nos conocemos desde que tienes uso de razón, y siempre has crecido conmigo al lado. ¡Con la de cosas que hemos hecho juntos, no lo niegues ahora...! ¿Te acuerdas? Siendo tú un bebé, te enseñé a ser egoísta para sobrevivir, y a centrarte en tus necesidades antes que cualquier otra cosa. Así aprendiste a llorar con toda tu fuerza cuando te faltaba la comida ante tu agotada madre. Y también fui yo el que te mostró el deseo de tener los juguetes de tu amiguito de la guardería, y el que te dio la idea de meterlos en tu mochila y llevártelos a tu casa. Y cómo no; también el que hizo que montases el pollo a los siete años para ir a la piscina cuando tu padre acababa de venir cansado del turno de noche. Y todo por una sencilla razón: