EL JOVEN GUERRERO
Tao sintió cómo la angustia aceleraba su corazón. Los pensamientos alocados entraban en su joven alma como las aguas impetuosas de un rio de montaña, sin poderlos controlar. Mil escenas del pasado mezcladas con la duda y el miedo al mañana, invadían todo su ser. Se acomodó mejor en postura meditativa, en la mullida hierba de la pradera y cerró los ojos para sentir el silencio de la noche. Llevaba varias horas intentando meditar, arropado sólo por la hierba alta que le llegaba casi hasta la cabeza y la brisa nocturna que le acariciaba el rostro. El muchacho finalmente abrió los ojos y miró el cielo estrellado, sintiendo cómo su corazón se estremecía al contemplar la inmensa belleza de las cosas sencillas. El joven desde sus doce años había sido tomado como discípulo por Tanzan, el maestro de maestros de guerreros. El anciano le había enseñado todas las técnicas de combate a través de los años, así como disciplina y sacrificio. Con el paso del tiempo, el niño ganó e